miércoles, 20 de junio de 2012

LA RELACION DE PERROS CON NIÑOS Y BEBES

                             LA  RELACION DE PERROS CON NIÑOS Y BEBES







 De vez en cuando, los medios de comunicación recogen informaciones que hablan de ataques de perros a niños de corta edad, unas noticias que generan polémica y nos inquietan. La primera reacción de muchos ciudadanos es echarse las manos a la cabeza y, automáticamente y de manera injustificada, culpar al animal de los hechos. Si bien es verdad que sus reacciones son diferentes a las de los humanos y tienen instintos fuertes que pueden llegar a ser incontrolados y desatarse de manera repentina, sus reacciones violentas responden en buena medida a la educación que les hayamos dado. También, a que quizá no les hemos preparado adecuadamente para aceptar al nuevo miembro a la familia.


No cabe duda de que la compañía de un perro es muy beneficiosa para un niño: es su compañero y, además, le genera nuevas amistades y la oportunidad de conversar con las personas que se acercan a hacerle carantoñas al animalito. Además, su cuidado le ayuda a asumir responsabilidades. Por otro lado, también es favorable para el can, sobre todo en su etapa de socialización hasta los tres meses de edad. A partir del contacto con los chavales, se acostumbra a su presencia y a sus juegos, que, a veces, derivan en involuntarias torturas. Los movimientos de los niños son torpes, y lo que quería ser una caricia se convierte en un pellizco o un tirón de pelo. Sin embargo, la situación es bien distinta cuando es el perro el que estaba antes y el que llega a arrebatarle su trono de rey de la casa es el niño.


Sin duda, la llegada de un bebé puede generar problemas de convivencia. Porque, hasta entonces, el perro era el centro de atención, en quien derrochábamos caricias y mimos. Los celos son un reflejo de ese desplazamiento de nuestro cariño hacia el nuevo ser. En algunos casos, la reacción violenta del animal se debe a que no está emocionalmente sano, padece algún trastorno previo y es víctima de una crisis de territorialidad. Un asunto que puede tratarse acudiendo a centros de rehabilitación psicológica canina. 


En la gran mayoría de las ocasiones, los celos pueden evitarse con adiestramiento, siempre con anterioridad al nacimiento del niño. Hay que dejarle claro la importancia jerárquica de cada cual, pero sin desterrarle ni mermar las atenciones con las que hasta entonces le colmábamos. Que sea consciente de que hay alguien por encima de él, pero, por supuesto, sin que se sienta menospreciado.         

Una buena práctica de adaptación a la nueva circunstancia es darle a oler prendas del bebé. También presentárselo, pero siempre vigilando de cerca al perro y sus reacciones. Una regla de oro es que nunca se quede a solas con el pequeño, siempre debe haber un adulto en la estancia. Otra recomendación es que, el día que vengan madre e hijo de la clínica, ponerle una correa al can y, fuera de la vivienda, mostrárselo. Porque es en el exterior donde se siente menos nervioso y tenso. Primero, saludará a la madre, mientras otro adulto sostiene al bebé. Luego podrá olisquearle, siempre bajo la atenta vigilancia de los padres. La llegada del pequeño implicará cambios que afectan al perro. Si quieres que no acceda libremente a la habitación del niño, enséñale a permanecer fuera mientras uno de los padres está dentro. Es una rutina que se repetirá cuando nazca el bebé y haya que entrar a atenderle. No es óbice para no permitirle que entre y olfatee la estancia durante unos instantes. Pero, en ningún caso, el animal puede relacionar esos cambios de vida con la presencia del nuevo miembro de la familia. Es más, debe asociar al bebé con momentos agradables, no con una merma de cariño y atenciones, unas dosis de afecto que trataremos de mantener inalterables.


Los gatos, menos celosos


Los gatos son menos territoriales y son menos afectivos y dependientes que los perros. Así que, en general, no mostrarán celos hacia el recién nacido. Aún así, y como en el caso de los perros, los padres deben educarles para que traten al minino con suavidad y cuidado. Porque, si se ve amenazado, reaccionará de manera violenta. Si le pisan el rabo, aunque haya sido de manera inocente e involuntaria, es probable que el gato responda arañando la pierna al ‘agresor’.


Finalmente, tanto en el caso de perros y gatos como en el de cualquier otra mascota, es fundamental cuidar su higiene, que esté libre de parásitos y al día con su calendario de vacunas para evitar contagios a los más pequeños, siempre más vulnerables. Para tal fin, consulte con nuestros profesionales de




1 comentario:

  1. buen,articulo sobre la relacion de los niños y bebes con nuestros perros

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